La escucha analítica es un concepto que, aunque parece sencillo, ha sido fundamental en mi desarrollo profesional. A lo largo de mi trayectoria como psicólogo, he aprendido que no es lo mismo oír que escuchar. Oír implica percibir los sonidos que nos rodean, un proceso pasivo que ocurre a través del sentido del oído. Sin embargo, escuchar va mucho más allá de captar estímulos auditivos; requiere una entrega activa, una disposición a captar no solo lo que se dice, sino también lo que no se dice.
En mis sesiones, he podido experimentar lo que Freud describió como "atención flotante". Al principio, este concepto me resultaba algo abstracto, pero con la práctica entendí que se refiere a una manera muy particular de escuchar. No es una escucha común ni lineal; implica entrar en un estado mental disociado, una especie de suspensión de la conciencia habitual. Durante ese estado, me permito desprenderme parcialmente de la realidad inmediata, para conectarme profundamente con lo que el paciente trae a la sesión, más allá de las palabras.
La atención flotante no es solo un recurso técnico; es una forma de sintonizar con el inconsciente del paciente. Y lo interesante es que, en ese proceso, también estoy conectando con mi propio inconsciente. Es una experiencia compartida, un encuentro entre dos psiques en el que lo consciente queda en segundo plano, permitiendo que emerjan significados ocultos, emociones reprimidas y deseos inconscientes.
Recuerdo una ocasión particular en la que esta escucha analítica me sorprendió. Estaba en sesión con un paciente que hablaba sobre su infancia. Sus palabras parecían simples y narrativas, pero, al adoptar esta postura de atención flotante, pude captar algo más profundo: un patrón de angustia que no estaba siendo expresado verbalmente, pero que se sentía en el ambiente. Esa sensación me llevó a hacer una intervención que ayudó al paciente a conectar con una emoción reprimida que había estado cargando durante años. Fue un momento revelador, tanto para él como para mí.
Freud decía que este tipo de escucha es estar "en la misma sintonía" que el paciente. Es una conexión profunda que no se puede forzar ni planear. Surge cuando el analista es capaz de entrar en ese estado especial de conciencia y regresar a su estado habitual una vez que la sesión termina. Es un equilibrio delicado entre estar presente y, a la vez, permitir que la mente divague lo suficiente para captar lo que está más allá de lo evidente.
Esta forma de escucha también me ha ayudado a comprender que, como analista, no soy un observador externo, sino parte del proceso terapéutico. Mi inconsciente se convierte en una herramienta fundamental en el trabajo clínico. Esto me ha enseñado a confiar en mis sensaciones, en mis asociaciones libres y en esos momentos en los que algo aparentemente insignificante toma relevancia.
En un mundo donde las personas hablan mucho pero escuchan poco, la escucha analítica es un acto casi revolucionario. Es un recordatorio de que, más allá de las palabras, existe un universo inconsciente que guía nuestras acciones, pensamientos y emociones. Y como analista, tengo el privilegio de ser un testigo y acompañante en ese viaje hacia el inconsciente.
A medida que avanzo en mi carrera, sigo profundizando en esta práctica. La atención flotante no es algo que se domine de inmediato; requiere tiempo, paciencia y disposición. Pero cada vez que logro entrar en esa sintonía con un paciente, entiendo que la escucha analítica es una herramienta poderosa para sanar, entender y acompañar en el proceso terapéutico.
Freud tenía razón: escuchar verdaderamente implica más que oír. Es un arte que nos permite conectarnos con lo más profundo del ser humano, donde reside el inconsciente, tanto del paciente como del terapeuta. Es ahí, en ese espacio compartido, donde ocurre la verdadera transformación.
Referencias:
Freud, S. (1912). Sobre la dinámica de la transferencia. En Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico. Obras Completas (Vol. XII). Amorrortu Editores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario