A lo largo de nuestra historia, hemos aprendido a menospreciarnos, adoptando una narrativa de inferioridad frente al mundo. Pero la realidad es que la diversidad genética que llevamos en la sangre nos hace destacar en todos los ámbitos: desde lo deportivo hasta lo intelectual. La competencia, vista como una manifestación de progreso comercial, genera ventas y ganancias, pero en Puerto Rico, la solidaridad y la empatía son cualidades que nos diferencian. ¿Cuántas veces hemos visto a un boricua detenerse desinteresadamente para ayudar a alguien a empujar un auto averiado? ¿Cuántas veces hemos oído un "ay bendito" que, aunque nos jode individualmente, refleja nuestra compasión innata?
Sí, existen personas malas, como en todas las culturas, pero eso no define a Puerto Rico. No somos ni changos ni jueyes. Es nuestro deber fortalecer nuestra autoestima colectiva porque tenemos muchas razones para sentirnos orgullosos. Desde nuestros logros deportivos hasta nuestras contribuciones intelectuales, somos un pueblo que brilla con luz propia.
Estados Unidos puede percibirse como un gran negocio, pero como boricuas, nuestro valor no depende de ellos. Desde nuestras raíces africanas hasta la mezcla de diversas razas y culturas, hemos heredado una fuerza, una creatividad y una inteligencia que nos hacen únicos. Somos como el pitirre que, sin importar su tamaño, enfrenta al halcón para protegerse. Esta valentía y determinación están en nuestro ADN.
Es crucial cambiar nuestra imagen desde adentro. El que se proyecta como inferior termina internalizando ese complejo. Pero quien se proyecta con grandeza, progresa. Ya es hora de auto valorarnos por lo que realmente somos. Aunque nuestra isla sea pequeña, nos destacamos en todo lo que hacemos. Tenemos un corazón más grande de lo que imaginamos, y un solo puertorriqueño decidido es capaz de lograr cosas extraordinarias. La historia lo demuestra: desde la defensa en el Faro de Fajardo hasta la gesta heroica del Capitán Correa en Arecibo, hemos demostrado nuestro coraje y lealtad. Por eso, Estados Unidos nos considera aliados. No somos súbditos, somos aliados. Y esa distinción es importante.
Debemos mantener la frente en alto y el corazón hinchado de orgullo, no solo cuando Mónica Puig gana una medalla de oro o cuando Félix “Tito” Trinidad sube al ring. Cada boricua, en su individualidad, es grande. Ya es tiempo de dejar de compararnos con lo pequeño y de reconocer que, entre los pequeños, habemos grandes. Somos como el pitirre, que se enfrenta sin miedo y le "mete las cabras a cualquiera".
Es hora de cambiar nuestra narrativa. ¡Que nadie nos diga lo contrario!
No hay comentarios:
Publicar un comentario