Vivimos en una sociedad en la que muchas angustias están profundamente ligadas a la sexualidad. Una persona que nace intersexual puede enfrentar dificultades significativas, ya que no encaja en ninguna de las dos categorías establecidas en el binomio "hombre/mujer". Estas personas suelen experimentar aislamiento, inseguridad, acoso por parte de sus pares, depresión y, en casos extremos, pensamientos suicidas.
Desde antes del nacimiento, las etiquetas de género comienzan a influir en la vida de un individuo. La familia y la sociedad crean expectativas basadas en el sexo del bebé, y cuando una persona no cumple con estos criterios binarios, puede experimentar profundas angustias. Además, muchas veces las personas atacan aquello que no comprenden, lo que agrava aún más el sufrimiento de las personas intersexuales.
El manejo social de la intersexualidad ha comenzado a ser cuestionado como una violación de los derechos del niño. Con frecuencia, se toman decisiones irreversibles sin el consentimiento del menor, asignándole un sexo mediante intervenciones quirúrgicas de carácter "estético". Estas decisiones, tomadas en la infancia, pueden generar consecuencias emocionales duraderas tanto para la persona intersexual como para su familia.
Desde el embarazo, la familia suele tener expectativas específicas sobre el sexo del bebé. Sin embargo, rara vez se considera la posibilidad de que el niño pueda nacer intersexual. Es importante enfatizar que la intersexualidad no es una enfermedad, sino una variación natural que puede ocurrirle a cualquier familia. Afortunadamente, algunas naciones han comenzado a proteger los derechos de los niños intersexuales, permitiendo que ellos mismos elijan su identidad de género una vez que tengan la capacidad de consentir.
El diagnóstico de disforia de género, contenido en el DSM-5, es la nomenclatura utilizada en psicología para abordar algunos de estos casos. Sin embargo, considero que este paradigma debe ser descartado. Etiquetar a un niño como hombre o mujer sin su consentimiento puede derivar en lo que llamo un "diagnóstico disfórico": un diagnóstico fallido que no describe la realidad de la persona y que se utiliza de manera frívola para clasificar aquello que no encaja en los parámetros tradicionales. La disforia de género se refiere a la incomodidad con el sexo asignado al nacer, pero en el caso de las personas intersexuales, esta etiqueta es inapropiada, ya que el problema radica en que se les asigna una identidad de género sin su consentimiento desde el inicio.
Es esencial reflexionar sobre estas cuestiones con prudencia. La falta de información y comprensión sobre la intersexualidad genera prejuicios y decisiones que pueden tener graves consecuencias psicológicas. Es necesario que la sociedad entienda las implicaciones emocionales y sociales de querer clasificar a las personas en un binomio sexual rígido. La incorporación de un tercer marcador de género en la documentación médica sería un paso importante para proteger a los niños intersexuales y evitar intervenciones traumáticas.
Para los padres, familiares y profesionales de la salud, es crucial adoptar un enfoque honesto, abierto y libre de prejuicios. Las investigaciones han demostrado que ocultar información sobre la intersexualidad de una persona puede ser percibido como una traición y causar daño emocional a largo plazo. Proporcionar apoyo emocional, educación y espacios seguros para la autoexploración de la identidad de género es fundamental para garantizar el bienestar de las personas intersexuales.
En algunas culturas, como en la República Dominicana, se utilizan figuras femeninas conocidas como "muñecas sin rostro" que se confeccionan en diferentes tonos de piel: blanco, marrón y negro. Esta tradición simboliza que el color de piel no define la esencia de una persona, y que todos compartimos una humanidad común. Del mismo modo, la intersexualidad debería verse como una parte natural de la diversidad humana. Estas muñecas sin rostro nos enseñan que ninguna categoría puede definir completamente a una persona y que todos merecemos el respeto y la dignidad de ser aceptados tal como somos.
Para finalizar, es importante promover un cambio de perspectiva que permita a la sociedad avanzar hacia un modelo inclusivo y empático, donde las personas puedan ser libres de vivir sus identidades sin temor a ser juzgadas o rechazadas. La diversidad es parte esencial de la condición humana, y es nuestro deber como profesionales de la salud mental contribuir a la deconstrucción de los prejuicios que generan sufrimiento innecesario.

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