El acceso a las armas de fuego es un factor determinante en la problemática de la violencia armada. Diversos estudios han demostrado que, a mayor disponibilidad de armas, mayor es la incidencia de casos violentos. Esta situación afecta de manera desproporcionada a las mujeres y a personas con un historial previo de victimización por violencia. Es crucial desvincular las enfermedades mentales de la violencia armada y, en cambio, enfocarse en factores sociales como el bullying, la intolerancia y el discurso de odio, que suelen ser los principales detonantes de este tipo de conductas.
Según el Dr. John Gottman (2004), es fundamental evitar críticas destructivas hacia los niños, ya que estos terminan internalizándolas y creyendo en esas percepciones negativas sobre sí mismos. Esta internalización puede generar una baja autoestima y sentimientos de rechazo que, combinados con otros factores, podrían desembocar en comportamientos violentos.
Un caso real que ilustra esta dinámica es el testimonio de Aaron Stark, quien ha ofrecido múltiples conferencias sobre su experiencia personal. Stark se identifica como alguien que estuvo a punto de cometer una masacre en su escuela utilizando un arma de fuego. Explica que, tras años de acoso y falta de apoyo, llegó a creer que no valía nada. Esta percepción lo llevó a planear un acto violento, no por odio hacia las personas, sino como una forma de expresar su dolor y desesperación de la manera más visible y destructiva posible (Stark, 2018).
Un ejemplo adicional se encuentra en el filme Joker (Phillips, 2019), el cual, aunque es una obra de ficción, retrata una realidad social significativa. La combinación de factores como la marginación, la falta de apoyo, el acoso constante y el fácil acceso a las armas puede ser un cóctel explosivo que predice conductas violentas.
Desde la psicología, es necesario adoptar un enfoque más integral para abordar esta problemática. En Puerto Rico, se ha señalado constantemente la creciente incidencia de delitos cometidos por jóvenes y la urgente necesidad de atender esta situación desde una perspectiva psicológica. Es evidente que los factores sociales y emocionales que impulsan a estos jóvenes a cometer actos delictivos requieren intervenciones específicas que vayan más allá de las medidas punitivas.
Este cambio de enfoque podría transformar la forma en que se conceptualizan ciertos diagnósticos, como los trastornos de conducta antisocial u oposicional. Actualmente, cuando una persona comete un delito, la respuesta suele ser la imposición de penas carcelarias o sanciones legales. Sin embargo, las intervenciones psicológicas dirigidas a los agresores son casi inexistentes, lo que limita las posibilidades de rehabilitación y perpetúa el ciclo de violencia.
En Puerto Rico, no existe un protocolo formal de atención psicológica para los agresores. La mayoría de los esfuerzos se concentran en la atención a las víctimas, mientras que el agresor queda fuera del proceso de intervención. Esta omisión fomenta la continuidad del problema, ya que no se abordan las causas subyacentes de la violencia ni se promueven estrategias de cambio conductual en los perpetradores.
Es fundamental desarrollar programas y protocolos que incluyan intervenciones psicológicas para los agresores. Trabajar con estas personas no solo podría reducir la reincidencia, sino también contribuir a la creación de comunidades más seguras y a la prevención de futuros actos violentos.
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Referencias
Gottman, J. M. (2004). What am I feeling? Parenting Press.
Stark, A. (n.d.). Casi realicé un tiroteo en mi escuela: Aaron Stark: TEDxBoulder. Retrieved from https://www.ted.com/talks/aaron_stark_i_was_almost_a_school_shooter?language=es.
Phillips, T. (Productor y Director). (2019). Joker [Película]. Estados Unidos: Warner Bros. Pictures.
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