jueves, 2 de enero de 2025

Neuroinclusión


Mientras visitaba la Universidad Iberoamericana (UNIBE) durante unas cortas vacaciones en Santo Domingo, me llamó la atención el esfuerzo que están realizando por abrir espacios de inclusión para personas con neurodiversidad. Esto me llevó a reflexionar sobre el concepto del "superhombre" de Nietzsche, una idea que propone una actualización humana que impulse nuestra evolución y nos permita mejorar como personas. Sin embargo, en una sociedad que a menudo es desechable, desconectada de sus raíces y carente de una comprensión profunda del pasado, este paso evolutivo parece estar estancado. Ignorar nuestra historia perpetúa el deterioro social, y aunque disponemos de herramientas como libros, nomenclaturas científicas e inteligencia artificial, seguimos fallando en aspectos fundamentales como la aceptación y la inclusión de la neurodiversidad.



El pasado 1 de enero de 2025, tuve una experiencia que ejemplifica esta realidad. Durante mi registro en un hotel en Santo Domingo, el empleado a cargo presentaba un comportamiento que me pareció característico del espectro autista: era rígido, sistemático e inflexible en su trato. En Puerto Rico diríamos que le "piché", simplemente completé el proceso sin mayor consideración. Más tarde, en el ascensor, mi esposa, quien es psiquiatra, me preguntó si había notado su particular forma de interactuar, confirmando mis observaciones.

Para mí, su desempeño fue efectivo. Aunque su estilo era poco convencional, era concreto y preciso, cualidades que considero valiosas. Mi esposa, por otro lado, encontró frustrante su rigidez. Por ejemplo, al preguntarle sobre los servicios de tours, el empleado repetía que la información estaría disponible al día siguiente, sin desviarse del guion. Aunque a mí me pareció correcto, ella lo percibió de manera diferente. Más tarde, al preguntarle si el restaurante frente a nosotros era el correcto, respondió con precisión: “Señor, la cena es ofrecida en el salón B.Delicious de siete a once de la noche”. No respondió exactamente a mi pregunta, pero replicó lo que estaba en el material informativo del hotel.

Algo similar nos ocurrió en Colombia, en un Hard Rock Café. Allí, un empleado también dentro del espectro autista nos ofreció un servicio que, a mi juicio, fue impecable. Más tarde, el gerente se acercó para preguntarnos si el empleado nos había incomodado, lo que me sorprendió. Este restaurante mantiene una política activa de inclusión, financiada en parte por la venta de pines conmemorativos, los cuales coleccionamos.

Estas experiencias me invitan a reflexionar. Si bien me resulta alentador ver a personas neurodivergentes ocupando roles laborales efectivos, también me preocupa cómo podrían ser percibidas por personas sin formación en salud mental. He atendido a muchos pacientes que enfrentan dificultades en sus relaciones interpersonales debido a sus particularidades, y esto me lleva a cuestionar: ¿quiénes son realmente el problema? Como en Don Quijote, donde el "loco" es, en realidad, una buena persona intentando encajar en un mundo nefasto, tal vez quienes fallamos somos nosotros.

En mi opinión, como sociedad, no hemos aprendido a mejorarnos. En lugar de comprender y aceptar, usamos las nomenclaturas para patologizar y discriminar. Nos queda un largo camino para superar estas barreras y construir una comunidad inclusiva y empática, donde la neurodiversidad sea vista como un valor, no como un defecto.

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